Algunas personas tienen la sensación de estar siempre preocupadas. Casi cualquier aspecto de su vida es susceptible de causarles preocupación, de provocarles un estado de inquietud constante por la posibilidad de que las cosas no vayan todo lo bien que podrían ir. Los temas que abarca esta preocupación son temas cotidianos, tales como la salud de los hijos, el trabajo, la economía de casa, posibles accidentes, etc… Es frecuente que este tipo de preocupaciones no dejen a la persona relajarse y tener la mente libre de estos pensamientos.

 

Aunque preocuparse es una conducta habitual entre los humanos, hay que diferenciar dos tipos de preocupación:

– Adaptativa: Se refiere a la preocupación sobre algún tema concreto que debe resolverse, alguna situación o problema puntual. Esta preocupación es moderada y no incapacita a la persona en su ámbito familiar, escolar, laboral o social.

– No adaptativa o patológica: Se refiere a cualquier pensamiento o preocupación de carácter muy intenso e incontrolable. La preocupación es desproporcionada al problema real, o no existe problema real por el que preocuparse, es decir, la preocupación es una posibilidad de que algo horrible ocurra; por ejemplo, que mis hijos tengan un accidente, arruinarme, que mis padres enfermen… Esta preocupación interfiere de manera significativa en la vida de la persona que la sufre.

 

Cuando existen este tipo de preocupaciones patológicas es posible que nos encontremos ante un problema llamado Trastorno de Ansiedad Generalizada, uno de los trastornos de ansiedad más comúnmente diagnosticados, teniendo una prevalencia vital en España (personas que han tenido el trastorno en algún momento de su vida) de 1,9, siendo la mayoría mujeres.

 

Este trastorno tiene tres manifestaciones características:

1. COGNITIVA: Son los propios pensamientos de preocupación. Existen dos tipos:

Preocupación tipo 1. Situaciones externas o internas.

– “¿Y si mi marido tiene un accidente?”

– “¿Y si me despiden del trabajo?

– “¿Y si se me ha olvidado hacer tal cosa en la oficina y mi jefa se entera?”

– “¿Y si suspendo el examen y no consigo nunca el titulo?”

– “¿Y si se enfada conmigo por haberle dicho lo que pienso?”

Preocupación tipo 2. Preocupación acerca de la propia preocupación o metapreocupación:

– “Esto no es normal”

– “No puedo dejar de preocuparme”

– “Estoy perdiendo el control”

Además suelen presentar creencias acerca de que sus preocupaciones son útiles y que cumplen una importante función. Se dan 5 tipos de creencias:

– Evitación supersticiosa: “Preocuparme hace menos probable que lo que temo ocurra”

– Evitación real: “Preocuparme me ayuda a poner medios para que lo que temo no ocurra”

– Evitación de temas más graves: “Preocuparme por las cosas que lo hago es un medio para no preocuparme de otras cosas más perturbadoras”

– Preparación para el afrontamiento: “Preocuparme por la posibilidad de que algo negativo ocurra me ayuda a prepararme por si ocurriera realmente”

– Motivacional: “Preocuparme me motiva para llevar a cabo lo que tengo que hacer”

 

2. FISIOLÓGICA: Son las reacciones corporales de ansiedad:

– Tensión muscular

– Alteraciones del sueño

– Fatigabilidad

– Irritabilidad

 

3. CONDUCTUAL: Son todas aquellas conductas que se realizan en respuesta a la preocupación, por ejemplo:

– Llamar a mis familiares para comprobar que están bien

– Comprobar el estado de salud de mis hijos de forma constante

– Revisar rigurosamente el trabajo hecho durante el día para que no haya fallos

Realizar estas conductas provoca una reducción de la ansiedad, pues puedo comprobar que mi mayor temor no ha ocurrido. Sin embargo estos comportamientos son contraproducentes, ya que a largo plazo cronifican el problema.

 

¿Por qué me ocurre esto?

Existen varios factores que explican por qué algunas personas tienen preocupaciones más intensas o ansiedad generalizada, y aunque es importante analizar cada caso, sí que existen una serie de rasgos generales que predisponen a padecer este trastorno.

– Personalidad: Las personas con preocupaciones excesivas suelen tener unos rasgos de personalidad o temperamento comunes, como puede ser el perfeccionismo. Además suelen expresar que han sido nerviosos toda la vida.

– Educación: Es frecuente que hayan sido educados por padres ansiosos y sobreprotectores.

– Vulnerabilidad psicológica: Tienen ciertas creencias aprendidas que dan como válidas, como por ejemplo la visión del mundo como un lugar peligroso y el sentirse incapaz de controlar las amenazas o peligros posibles.

– Sesgos atencionales: Suelen estar hipervigilantes a posibles amenazas. Además interpretan la información ambigua como amenazante y sobreestiman la probabilidad de que algo negativo ocurra.

– Intolerancia a la incertidumbre: No llevan bien el no tener certeza sobre las cosas, las situaciones inciertas en las que no saben que es lo que va a ocurrir.

 

¿Qué hacer?

Si las preocupaciones llegan a interferir en la vida de la persona reduciendo su calidad, es recomendable iniciar una terapia cognitivo-conductual, es decir centrada en los pensamientos y las conductas. Esto atajará el problema y nos dará herramientas para gestionar nuestro día a día. Además es posible utilizar ciertos trucos que nos pueden ayudar a lidiar con la ansiedad, entre otros:

– Dedicar un momento del día a preocuparse: se trata de pautar unos 15, 20 minutos del día y dedicarlo a las preocupaciones. Fuera de ese tiempo no puede haber espacio para la preocupación. El truco es centrarse en lo que uno está haciendo para evitar que el pensamiento se vaya a lo que nos preocupa.

– Prevención de las conductas de preocupación: Se trata de no hacer todas aquellas conductas que a corto plazo rebajan mi ansiedad pero son perjudiciales a la larga, como comprobar que todo vaya bien, llamadas de teléfono constantes, revisar, etc.

– Organización del tiempo: Muchos pacientes con ansiedad generalizada se sienten abrumados con todo lo que tienen por hacer, lo que contribuye a aumentar su ansiedad. Organizar su tiempo de manera efectiva les ayudará. Es necesario que aprendan a delegar responsabilidades, saber decir no y ajustarse a los planes previstos.

Estas pautas no sustituyen a una terapia psicológica y no pueden tener la misma eficacia, sin embargo realizarlas es un primer paso para ponerle solución a los problemas que esté sufriendo.

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