La ansiedad, como todas las cualidades del ser humano, existe por alguna razón. La evolución hace que todas las especies conservemos aquello que nos es útil, que necesitamos para sobrevivir, y sin lo cual no tendríamos cabida en este mundo. Por lo tanto en lugar de entender la ansiedad como algo negativo debemos entenderla como algo necesario, esencial en la lucha por la supervivencia.
El objetivo de la respuesta fisiológica de ansiedad, esto es, lo que ocurre en nuestro organismo cuando la sentimos, es prepararnos para la lucha o para la huida, cuando nos encontramos con un peligro. En tiempos remotos cuando un hombre primitivo se encontraba con un peligro, por ejemplo un tigre, para sobrevivir debía o bien huir, como primera opción, y si huir le era imposible, luchar, como segunda opción. Sin embargo para esta lucha o huida el cuerpo necesita utilizar grandes cantidades de energía, y esto provoca cambios en los órganos y sistemas corporales.
Estos cambios en el organismo son los mismos que siente el ser humano actual cuando se encuentra atrapado por la ansiedad. Lo que ocurre es que no tiene que vérselas con un tigre, sino con otro tipo de peligro, o bien real, o bien inexistente, aunque esa persona lo interprete como peligroso. Esta segunda opción es la más frecuente.
Pues bien, aquello que ocurre cuando una persona se encuentra con un peligro, ya sea real o no, es esto:
Taquicardia:
El corazón se acelera con el objetivo de bombear más fuerte y rápido sangre hacía los músculos, para que así sean capaces de luchar o correr. Mucha gente interpreta esta respuesta de ansiedad como si fuera un infarto, cuando lo cierto es que es sólo eso, ansiedad.
Ahogo, falta de aire:
La respiración se acelera en respuesta al peligro. El cuerpo necesita recibir más oxígeno en sangre para luchar o huir y por lo tanto se hiperventila. Lo que ocurre es que si no huimos o luchamos (en la actualidad no hay tigres sueltos, nuestros peligros actuales tienen otras características) no estamos usando ese oxígeno, nos saturamos de el, y esto provoca la famosa sensación de ahogo, además de una bajada de la tensión arterial que provoca una sensación de mareo.
Pero ahí no acaba todo. Cuando el cuerpo detecta una bajada de la presión arterial intenta compensarlo y provoca hipertensión, con lo que se produce una lucha entre hipotensión-hipertensión que lleva a desagradables sensaciones corporales.
Tensión muscular excesiva:
Los músculos deben tensarse para poder luchar o escapar, esto causa pinchazos, calambres o temblores. Debido a esta excesiva tensión muscular puede darse el famoso fenómeno de la banda elástica, que consiste en la tensión excesiva en los músculos de la caja torácica. Los músculos de esa zona se acortan debido a la tensión y presionan el pecho. Cuando esta tensión se mantiene durante cierto tiempo causa dolor en el pecho, y la persona puede interpretar que va a sufrir un infarto. Además suele ocurrir que la molestia es más intensa en el lado izquierdo del cuerpo, ya que al estar ocupada esta cavidad por el corazón, y por lo tanto más llena que la parte derecha, se siente más presión en esa zona, lo que puede engañar a la persona para que crea que algo va mal en su corazón.
Además también es frecuente la tensión excesiva en la zona del cuello, trapecio y espalda. Si esta tensión se mantiene, puede provocar una mínima desalineación de las vertebras cervicales, con lo cual la persona se sentirá mareada al verse presionada la médula.
Aumento Sensitivo:
Para poder detectar estímulos peligrosos es necesario aumentar el campo visual. Así pues se da una dilatación de la pupila para poder aumentar la visión periférica y con ella el campo de visión. Algunas personas que sufren ansiedad se sienten molestas cuando están expuestas a la luz, en respuesta a la dilatación pupilar.
A su vez, ante luces intensas, el cuerpo manda la orden a la pupila de contraerse, y existe una constante dilatación-contracción que provoca alteraciones visuales tales como manchas en la visión, lucecitas, etc.
Aumento de la temperatura:
El cuerpo necesita calor para poder conseguir la energía necesaria para aumentar la tasa cardíaca, presión arterial… Esto provoca sensación de calor, sofoco y/o sudoración.
Vasoconstricción periférica:
En una situación de lucha no es de extrañar que se ocasionen heridas sangrantes, por lo tanto si las arterias se contraen sangramos menos y tenemos más posibilidades de sobrevivir. Esto es lo que ocurre como respuesta de ansiedad. El riego sanguíneo es menor en zonas periféricas del cuerpo, como piernas y brazos, con lo que se puede notar pérdida de sensibilidad en alguna zona, hormigueo, frío y palidez.
Esta activación orgánica en respuesta al peligro es muy intensa, sin embargo el cuerpo no dispone de energía infinita para sostenerla. Así pues lo que ocurre en el organismo es la activación en unos sistemas, y la paralización de otros. Esta paralización de ciertos sistemas no es arbitraria, sino que responde a un plan bien sencillo, se paraliza aquello que no es necesario para sobrevivir, esto es:
Paralización del sistema digestivo:
Cuando el sistema digestivo se paraliza disminuye la salivación, con lo que la persona sentirá la boca seca. Además también se paraliza la digestión, lo que causará dolor de estómago, quemazón, pinchazos, nauseas o incluso vómitos, diarrea o estreñimiento.
Algunas de estas sensaciones corporales se dan en las personas que tiene ansiedad. En la mayoría de casos no saben explicar que les está ocurriendo y por lo tanto pueden aumentar la ansiedad. De esta forma se entra en un circulo vicioso del cual es complicado escapar.
Comprender que es la ansiedad, cual es su utilidad y como reacciona de manera natural el cuerpo ante ella, es necesario para entenderla tal y como es, e incluso, lo más difícil, para apreciarla.
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