Cuando se avecina la llegada de un nuevo miembro a la familia muchos son los padres que, entre otras muchas preocupaciones, les asalta el temor ante la posibilidad de que su hijo/a tenga celos de su nuevo hermanito/a. Es algo de lo más común, ya que de todos es sabido el malestar que produce en los niños/as la emoción de celos. Sin embargo, no debemos darle un significado negativo a los celos. Es importante entender lo que significan y ser capaces de normalizarlos.
¿Qué son los celos infantiles?
Los celos infantiles no son más que una reacción adaptativa normal ante un cambio. Son toda una expresión de emociones y comportamientos que responden a unas nuevas exigencias del ambiente. De repente el niño/a ya no es el único en el que los padres van a depositar todo su afecto y atención. Ya no es el protagonista y al que dedicarse en exclusiva. Este conocimiento del niño/a de la nueva situación le lleva a ajustarse a ella, ajuste que hace con una emoción de celos.
Así pues, lo más apropiado es naturalizar los celos, entenderlos como lo que son, una etapa más del desarrollo de un niño/a, y desprenderlos de ese significado negativo que a veces tienen. Muchos padres pueden llegar a sentirse culpables de los celos de sus hijos/as, creyendo que no se han comportado de la manera más apropiada. Otros pueden incluso negarlos, silenciando el problema y no tomando medidas. Es importante entender que los celos no están reñidos con el amor que sienten los niños/as
hacia sus hermanos/as. A veces todas las muestras de cariño del niño/a hacia su hermano/a, besos, abrazos, achuchones, pueden invisibilizar los celos que siente. No obstante estos celos pueden mostrarse en otros comportamientos que estaremos atribuyendo, quizá de manera errónea, a otras causas. Hay que destacar, además, que son algo pasajero que acabará desapareciendo.
¿Qué signos están indicando que nuestro hijo/a tiene celos?
Cada niño/a es único y una reacción emocional de un niño/a no puede compararse con la de otro/a. De esta forma tenemos diferentes signos que nos pueden servir de alerta para reconocer una situación de celos.
– Agresividad: A veces podemos observar como nuestro hijo/a responde con agresividad, está más irritable de lo normal, se enfada con facilidad y muestra rabietas en más ocasiones de las que lo hacía con anterioridad a la llegada de su hermano/a. Suelen ser comunes las peleas con sus amigos y compañeros, mordiscos, empujones…
– Tristeza: Otros niños/as sin embargo están más decaídos de lo que es habitual en ellos. Pueden mostrarse más inhibidos, se resisten a hacer actividades con las que antes disfrutaban y están más llorones.
– Retroceso a etapas anteriores del desarrollo: Es común en situaciones de celotipia observar como nuestros hijos/as vuelven a adoptar comportamientos que ya tenían
superados. Por ejemplo, vuelven a hacerse pipi encima, vuelven a querer utilizar el chupete o biberón, quieren dormir con nosotros en la cama, hablan como un bebé, o se chupan el dedo, entre otros.
– Conductas de fastidio: Son frecuentes las molestias y agresiones hacia su nuevo hermano/a, arañazos, mordiscos… Es importante saber mediar en estas situaciones y entender la motivación del niño/a para hacer lo que hace.
– Pautas de sueño y apetito: Puede costarles más esfuerzo del habitual conciliar el sueño, además de ser frecuentes los miedos nocturnos y pesadillas. Con respecto a su apetito, este puede disminuir, estando el niño/a más inapetente, o costarle más tiempo de lo normal acabarse el plato.
– Desobediencia: Habitualmente suelen mostrarse desobedientes ante las demandas de los adultos o en su escuela. Intentan llamar la atención con cualquier conducta por disruptiva que sea.
– Negativismo: algunos niños/as expresan todas estas emociones por medio del negativismo, es decir, suelen contestar con un no por respuesta a todo lo que se le ofrece, aunque sean cosas que le agraden.
¿Pueden prevenirse los celos?
Ante la llegada del nuevo miembro de la familia es recomendable adoptar ciertas medidas de cara a la mejor adaptación del niño/a a su nuevo hermano/a. Es útil explicarle con unos meses de antelación, cuáles van a ser los cambios que van a producirse, siempre con un lenguaje adaptado a su edad y nivel de compresión. Es importante destacar los aspectos positivos y no atosigarle con un exceso de información.
Una vez que el bebé ya está en casa pueden utilizarse ciertas pautas que nos ayudarán a evitar o atenuar en la medida de lo posible los celos del niño/a. Algunas de ellas son estas:
– Es recomendable cuidar el primer encuentro del niño/a con su hermano/a. Podemos hacerlo de varias maneras, por ejemplo, es apropiado que tenga algún regalo de parte de su nuevo hermanito/a. En los primeros días de vida del bebé, es habitual que esté capte toda la atención de los padres, familiares y amigos, y que el hermano/a mayor pueda sentirse algo desplazado. Con este regalo estaremos transmitiéndole seguridad y atención. Por otro lado, al ser el regalo de parte de su hermano/a estaremos favoreciendo que otorgue un significado positivo a su nuevo hermanito/a. También podemos hacerle partícipe de la elección del nombre del bebé.
– Otra cosa que podemos hacer es incluir al niño/a en actividades que tengan que ver con el bebé, como por ejemplo que nos ayude a bañarle, cambiarle o darle de comer. Es cierto que tardaremos algo más, pero seguro que ayudar a cuidar a su hermano/a le hace ilusión. Además estaremos dándole seguridad al no sentirse excluido en este tipo de actividades.
– Mantener las rutinas en la medida de lo posible, nos ayudará a la mejor adaptación del niño/a. Con un bebé en casa es de esperar que todos los hábitos que existían con anterioridad se vean trastocados, pero para evitar problemas de conducta futuros, deberemos intentar que haya un cambio menos brusco, que el niño/a tenga los mismos horarios, tiempos para hacer las cosas, mismas actividades, momentos que pasa junto a sus padres, etc.
– Con el fin de ahorrarnos problemas futuros debemos evitar hacer comparaciones entre hermanos. Cada niño/a es único y tiene cualidades, necesidades y valores diferentes. Es importante atender a estas diferencias y valorar a cada uno por lo que es. En ocasiones pueden hacerse comparaciones de forma ingenua, con expresiones como: “el pequeño es más simpático y el mayor más inteligente”. Sin embargo al escuchar esto los niños/as pueden sentirse menospreciados y sin quererlo, podemos estar fomentando una conducta de celos.
– Es importante dedicar tiempo al hermano/a mayor. Es cierto que los bebés pueden llegar a ser muy demandantes y requerir todo nuestro tiempo, no obstante es recomendable pasar un tiempo a solas con el hermano/a mayor. Podemos ayudarle a hacer los deberes, jugar, leerle un cuento, dibujar o cualquier otra actividad con la que disfrute. Para atenuar los celos que puedan estar produciéndose es útil enseñarle fotos o vídeos de cuando él o ella eran bebés. Podemos explicarle como los cuidábamos, cuando empezaron a andar, hablar, que cosas divertidas hacían o cualquier información relacionada con sus primeras etapas de vida.
– Reglas y normas estructuradas: Es inevitable que existan peleas entre hermanos, siempre habrá algún aspecto en el que sea complicado estar de acuerdo. Sin embargo debemos, en la medida de lo posible y siempre que la pelea no vaya a mayores, evitar inmiscuirnos dando la razón a uno/a u a otro/a. No somos jueces dictando sentencia. Lo idóneo en estos casos sería mediar y conducir a una solución aceptable para los dos. Además deben existir normas en cuanto a la utilización de los juguetes del otro, privacidad y espacio personal.
Dicho esto, debemos tranquilizarnos y ser conscientes que los celos, aunque complicados de gestionar, son pasajeros, y que además tienen una función adaptativa para el niño/a. Les ayudan a madurar y ser conscientes de que no son el centro del universo, lo que favorece un abandono progresivo del egocentrismo infantil y una adaptación adulta apropiada.
Sin embargo, si consideras que los celos de tu hijo/a son excesivos, es aconsejable la ayuda de un psicólogo/a, con el fin de obtener un mayor ajuste familiar.
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